Nos sobra un huevo de la
elaboración del bizcocho de calabacín y decidimos utilizarlo para el
experimento del huevo saltarín.
Para la elaboración de dicho
experimento necesitamos: un vaso, vinagre y el huevo.
Cogemos un vaso, colocamos el
huevo y lo cubrimos con vinagre. Lo dejamos de un día para otro y observamos lo
que ha sucedido.
Explicación para los mayores:
al sumergirse el huevo en vinagre comienza una reacción química, la cáscara de
huevo comienza a burbujear; y es que, el ácido acético del vinagre disuelve la
cáscara de huevo que contiene carbonato de calcio liberando dióxido de carbono que
sale en forma de burbujas. Por otro lado, el tamaño del huevo ha crecido,
debido a que parte del agua del vinagre entra en el interior del huevo por la
membrana semipermeable que lo cubre (ósmosis).
El huevo se queda con la
membrana que lo recubre que es blandita, gruesa y gomosa; si es muy fresco,
como es el caso del utilizado en el experimento, rebota sobre la mesa sin romperse.
24 HORAS MÁS TARDE...
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